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perito y además






















                     César Borobia Fernández
               nació en Miranda de Ebro (Burgos) el 18 de agosto de
            1951. Desarrolla su actividad profesional en Madrid como
            profesor de Medicina Legal de la Universidad Complutense
            de Madrid (U.C.M.), desde hace más de treinta años, y desde
            hace más de diez como director de la Escuela de Medicina
            del Trabajo de la citada Universidad. Es perito médico desde
            1978 y miembro de APCAS desde marzo de 1998.





         Director de la Escuela de Medicina del Trabajo de la U.C.M.

            “La vocación de médico la tenía desde pequeño y la mantuve hasta que conocí a un excelente profesor de matemáticas que
         me introdujo por el hermoso mundo de las diofánticas, las derivadas, las integrales, etc. De hecho, comencé dicha carrera, pero
         este deslumbramiento solo me duró un año, al cabo del cual regresé a lo que siempre pensé, la Medicina; estudios que cursé
         en Valladolid. De estudiante me apasionaba la Medicina Interna y la Traumatología, dos especialidades que tienen poco en
         común. Poco a poco se me fue “colando” una cierta curiosidad por la actividad pericial, de modo que en el segundo año de
         carrera presencié por primera vez una autopsia.
            La dedicación a la Medicina del Trabajo me fue obligada al comenzar mi ejercicio profesional, en Cataluña, dado que era
         frecuente que a la actividad de médico rural se me uniera la de la asistencia de trabajadores, sobre todo por accidentes de
         trabajo. Si bien es cierto que la patología era similar a la de un no trabajador, también era cierto que el perimundo de estos
         pacientes era distinto.
            En cierta ocasión un trabajador autónomo sufrió una apendicitis, le hice el volante para el ingreso en el Hospital que le
         correspondía y al cabo de una semana me llamaron para que fuera a verle; pensé que le habían dado de alta en el Hospital y
         tenía que ir a curarle. Mi sorpresa fue que todavía no había ido al Hospital y sufría de un cuadro de peritonitis; ante mis ma-
         nifestaciones de reproche a la familia por lo sucedido, el paciente, con voz semiagónica, me dijo: “Lo que Ud. quiera doctor,
         pero he recogido la cosecha”.
            Al poco de terminar la carrera, ingresé como profesor de Medicina Legal en la U.C.M., es decir, en una de las cunas de la
         Pericia Médica española, sobre todo judicial. Mi actividad, nuevamente, incluyó la Medicina del Trabajo, porque desde esos
         comienzos tuve que simultanear la actividad docente en Medicina Legal con la de Medicina del Trabajo, dos especialidades
         distintas, aunque el origen de esta última lo tenga en la primera. De este modo, lo mismo estaba explicando la muerte por
         ahorcadura que las medidas de prevención en el accidente de trabajo. Cierto es que la experiencia que poco a poco fui adqui-
         riendo en mis primeros años de actividad asistencial me sirvieron para impartir la docencia en esta especialidad.
            Pienso ahora, comenzando el ocaso de mi vida profesional, la suerte que tuve, para mi actividad pericial no laboral, aprender
         lo que aprendí en la Medicina del Trabajo. Los mejores estudios sobre el nexo causal se encuentran, desde hace muchos años,
         en los siniestros laborales. Los primeros baremos de accidentes son los de los accidentes de trabajo, basados, eso sí, en los ba-
         remos de los inválidos de guerra. De igual modo, cuando se observa el baremo de dependencia da la impresión de que se trata
         de un profesiograma, es decir, de la herramienta que se utiliza con frecuencia para los diseños de ergonomía, de las aptitudes
         laborales y de las incapacidades laborales. Cuando se está hablando de la prevención en los seguros, es algo que desde hace
         muchos años se estudiaba en la Medicina del Trabajo tanto en la enfermedad como en el accidente. Hay que añadir, aunque
         parezca una cuestión tangencial, que la economía de la actividad médica en estas cuestiones laborales tienen su importancia.
         No se debe olvidar que el primer estudio sobre el ahorro en la utilización de las jeringas desechables, frente a un posible con-
         tagio por hepatitis B al utilizar jeringas no desechables, procede de la Medicina del Trabajo.
            En general, y yo lo hago el primero, se debe agradecer el haber poder simultanear la actividad de perito, incluyendo la de
         seguros, con esta actividad de médico del Trabajo, dado que, sin duda, el horizonte pericial se torna mucho más amplio”.


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